A mí, de pequeña me enseñaron a agradecer y valorar a los demás. Me sale de forma natural.
AGRADECER cada mañana el nuevo día, el sol y la lluvia, la noche y el día, el frío y el calor, la naturaleza, las ventajas de la ciudad…
AGRADECER poder ver, caminar, oír, hablar, en definitiva, VIVIR!.
AGRADECER a las personas que me han querido, que me quieren, que me apoyan, que me ayudan a crecer y mejorar como persona…
AGRADECER cada momento de disfrute: un cine, una salida al campo, una cena con amigos, la sonrisa de mis hijos, un beso, un abrazo…
AGRADECER… siempre SER AGRADECIDO.
Y VALORAR: todo lo bueno del otro. Su sonrisa, su aportación profesional, su escucha, su cariño y un largo etc. que voy descubriendo en cada persona con la que me relaciono en el día a día.
Y ahora, mirando hacia atrás, veo la gran importancia que estas dos “costumbres” han tenido en mi forma de ver la vida, de afrontarla y disfrutarla.
Centrar mi atención y mi energía en agradecer y valorar, me ha ayudado a vivir la vida con optimismo, a relacionarme con los demás desde lo que son y aportan y no desde sus posibles pegas y debilidades.
Hoy en día, algunos expertos enmarcan estas acciones (agradecer y valorar) dentro del feedback positivo o constructivo, otros lo incluyen en la inteligencia interpersonal… en cualquier caso, creo que son claves sencillas y muy útiles para centrar nuestra atención y energía en la felicidad.
Y tú, ¿lo practicas? ¿no? ¿y si pruebas a ver qué pasa?